martes, 1 de noviembre de 2011

Empezamos

¡¡¡Amos allá!
Escribir el primer post del blog de la Peña Bética de Escocia no es un asunto sencillo ni banal para este que les escribe. Hubiera sido una tarea más sencilla en aquellos momentos en que el club se encontraba secuestrado, en los que la situación deportiva era exageradamente mala (o excepcionalmente buena), pero ahora, ¿qué contamos? Aunque en realidad, esta es una pregunta retórica, porque conociendo los gustos de, al menos, parte de la directiva de la Peña Bética, creo que tampoco se espera mucho análisis de la realidad del equipo de las trece barras, sino más bien, una mirada a esa otra parte der Beti, que a muchos, como por ejemplo a mí, es la que nos mantiene enganchados ar Beti pese a los continuos desengaños deportivos (pero continuos, 6 desengaños 6, de la ganadería de Ofúquébarbariá).
Ese otro Betis que podemos observar, sin irnos más lejos, en el minuto de silencio que se guardó antes del último partido en casa. Minuto de silencio presidido desde el centro del terreno de juego por Palmerín (esa mascota maravillosa que mantuvo la sobriedad, y al que todos pudimos adivinar la gravedad de su expresión durante los solemnes 60 segundos, aunque él olvidara que la máscara de su disfraz tiene la expresión fija y dibujada), o en noches como la de ayer, en las que recuerdo a un antiguo compañero de trabajo que contaba cómo entre su grupo de amigos ya se ha convertido en tradición celebrar una fiesta (o botellón) en casa de uno de ellos, que tuvo la suerte o la desgracia de llamarse Benjamín, y en la que nunca falta un invitado con la careta del antiguo accionista manolitario. Ese otro Betis, en el que cuando uno de sus delanteros falla el gol que debía darnos la victoria, a puerta vacía, sin oposición, sin nada más fácil que hacer que meterlo, en lugar de un grito de rabia, o de impotencia, nuestro amigo más bético, el que está a nuestro lado viendo el partido con el corazón encogido, deja pasar unos segundos en silencio y suelta un ¡¡Offffffffffffú!! con un tono socarrón que da por abortada cualquier posibilidad de no irse a tomarse una cerveza tras el partido para celebrar que hemos estado viéndolo, y que desde ahora, contamos con el orgullo de tener en nuestras filas al jugador que ha fallado el gol más difícil de fallar de toda la historia del fútbol. Al menos, hasta el domingo que viene. Ese otro Betis que es una parte y un todo de ese sentimiento verdiblanco que la Peña Bética Escocesa está consiguiendo exportar a las verdes y bellas tierras del whisky, el monstruo, el cardo, los tartanes y William Wallace.
POL.

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